No duermo
Voy a dormir entre ausentes ronquidos, y no se rían porque es parte del absurdo. Cuesta escribir a estas alturas. Pasan hojas y hojas, blancas como de noche oscuras en destellos simples como un nombre. Nadie sabe, ni yo, ni los otros, ni el Caronte ¿? Y, sin embargo, me sostengo atado a una pila de libros casi todos trasnochados, color vino tinto, de otros tiempos, de tus tiempos. Quisiera dejarme llevar por los vientos, o dejarme llevar egocéntrico como siempre (¿Si el mundo no gira en torno a uno, entonces en torno a quien?) hacia las nalgas mismas del cielo, donde el zumbido irrepetible de ese aire color misterio me lleve a dormir a los brazos libres, de una atadura de antebrazo y catalana, que jamás ha padecido, que nunca padecerá. Me cuesta ser proclive a tu abrazo. Hoy más que nunca me cuesta... Dame al menos tu sonrisa mientras sueñas, a ver si despierto.

Comentarios
Muchos cariños
Saludos
Giuseppe
Yo que vivo en la ciudad que pudo haber visto a Roque Dalton envejecer.
Yo que vivo en esta ciudad que no vio a Roque Dalton envejecer.
Yo que vivo en esta ciudad donde a los amigos ancianos de Roque Dalton les robo una académica cubana y oficial todas las cartas, todos los posa-vasos con guiños y letras, de todas las tavernas donde se embriagó.
Yo que viví en la fétida pieza donde se entristecía Roque Dalton.
Yo que nunca leí ni a Roque Dalton ni a sus comandantes y revolucionarios asesinos.
Yo que vivo en esta ciudad donde un poeta a Neruda le robó su apellido y Seifert murió de pena.
Yo que sé dónde estuvo la casa de Rilke y donde nunca bebió café Franz y Max.
Yo que vivo y escuché los pasos de los Contreras y los Gordones, por izquierdista y testarudo.
Yo que vivo y escuché los pasos de la StB y la G2, por testarudo izquierdista y enamorado.
Yo, hermanos poetas, no comulgo con hostias a la hora de las misas.
Yo no pongo ni la otra mejilla ni el poema.
Yo que vivo.
Yo, o me escondo o ametrallo.