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Mostrando entradas de enero, 2007

Vocecitas

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Escucha vocecitas oye mandatos ata cabos ya desatados ya solos y al aire, al cosmos. Sí, escucha vocecitas Susurros, murmullos Leves órdenes De escritura Nada más ingenuo Nada más terrible Mas cree que no oye vocecitas Presume que se sugiere cosas Se sugiero que un día Apilados sus huesos Entre gusano y cal Él mismo será una vocecita Una orden del más acá De la proximidad De los muertos vivos De los vivos muertos Inconsciente le llaman Y son voces, vocecitas Siseos a la espalda, al oído Rugidos y un hormigueo elíptico Que rodea los pasos Las acciones Los hechos Menudos duendes, Alterables gnomos Los ve danzantes Y alegres. Ha caído bajo su potestad La literaria potestad De los bares atestados De la danza en desenfreno Del baile patibulario Del credo ignoto de ese cuerpo ¿Serán ideas, pasares? ¿El germen del germen? ¿Versos de la sincronía jungiana? ¿Lisérgicas oleadas? ¿Canabiáceos resplandores?

Brindis por los amantes

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Un sonoro gruñido viene desde habitación contraria ¿será la duda la que me despierta o los cuerpos que en su balanceo yacen juntos? Un leve ajetreo de maderas, resortes y gemidos un inocuo y satisfactorio silencio que desgarra y despierta cuando la ciudad se inclina ante su solemne espasmo. Aplaudo a esos amantes, vitoreo su delicadeza, rasguño mis sábanas, cuando la madrugada se humedece entre ese fluir. No hacéis daño, alegráis, alguien o algunos se rebelan ante el mundo ante los ires y venires lascivos contra las pusilánimes búsquedas de madrugada. Y al final de todo, brindo y bebo a vuestra salud. No estoy solo.

El oro

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¿Dónde estaban los risueños labios cuando todo se iba al averno? ¿Vivían en algún lugar de este lejano prado o se deshacían en las dudas del paso siempre rutilante del tiempo? Siempre extrañé el verbo emanado de ellos, la elegancia de sus vocales, la certeza de sus consonantes. Lucían hoy como siempre en el fulgor de su episodio más antiguo, en la delicada cadencia de su movimiento, en el permanente ir venir de su sonrisa en la plena sabiduría de su pensamiento. No me los nieguen más que me ato me despojo me solidifico me hago estatua carroña o jadeo. Bendita noche del estío en que encontré el oro más buscado, el de Aguirre, el oro de los tigres, la dorada luz de su referencia

Daño a terceros

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No me hago daño, yo habito en el daño. Más bien, y preciso, Soy el daño. Todo lo que toco, lo daño Midas hacía oro, yo hago daño ¿podría haber, así, ángeles para recibirme?

Artillería goleadora I

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Augusto, Nerón y Calígula y ocho más ¡Qué equipito por cierto! Tiemblan las defensas Ante la monstruosa sed de gol De vuestros antojadizos inventos. Centro de Augusto puntero, Pase de Calígula, hábil regateador, Nerón aparece por el centro, ¡Júpiter santo! ¡Qué ardiente goleador! Devora Calígula la línea de fondo, Augusto, el inepto, por el medio Mira de reojo a Nerón. ¡Hijoputa! Gritan desde lo alto del coliseo ¡Te la perdiste a los 89’ loco, cabrón!... Julio César: emperador de los traicionados, declara: “Vidi, vini, vinci” desde la tribuna del coliseo, castigado. “No quiero más sobornos, ni Brutus, mi hijastro, fallaría ante el arco rival” Resultado: 1-0. Como siempre los poderosos, Los políticos, los rabiosos. Señores al fin y al cabo, Fustigan lo ajeno Mas nunca lo propio

marranitos

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estos barbudos o peritas estos pensadores o pensantes estos melenudos estos señoritos ignorantes estas damitas de aspecto nipón de logros importantes y besos salados como la orina de su calzón son la caterva indolente pusilánime y biliática del postnecromodernismo indecente de lo leve, lo errátivo, lo pestilente me llaman ¡claro que me llaman! me hacen guiños lascivos rumas de propuestas que invitan a yerros y yo les digo: muchachos, muchachitas, a otro hueso con ese perro esos coléricos de camiseta antigua ese anteojo de carey aquella cara de porcelana y ojo de buey, otros de coleta multicolor que viven hoy en mi lecho sin hipoteca, sin labio sin carne, sin ley reptando en su resabio. respiren mientras puedan o alcance o se pague fumen, señores, en la salas habilitadas beban whisky, champaña, vodka y sours en su pútrida corriente acanalada ¿qué gobernáis cerditos? ¿los dineros del mundo de la creación o los toneles de baba de vuestro error? lean, comenten, intelectualicen visiten la

Artificio

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Fiesta sin fiesta, sin fin de las fiestas o las fiestas sin fin. En el arrullo o la vuelta al estío en el clamor de los parabienes. Hay sobre un escritorio divino un legajo de peticiones diversas que solicitan brillos fulgurantes, abrazos que se reparten por doquier y en medio de las campanadas de lo falso, porque este tiempo sólo lo trazan los hombres, yo escucho: el estruendoso manifiesto de las luces, el ensordecedor latido de todas las castas, los torpes corchos voladores, la insomne risa de mil ancianas, la invariable juerga final, las avasallantes y marchitas esperanzas que de forma monocorde, como un mantra, se repiten eternamente cada último día del ciclo

Portazo

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Sólo tuve que llamar a la puerta, hablar un par de cosas, mencionar que iba y venía. Cerraste y no abriste más. Llovía.

Indagaciones

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Se escudriñan ataúdes en busca del causante de la perfecta grieta. Se escarban vainas de sable indagando el ADN preciso o los rastros de sangre. Se hurga en bolsillos, listas, billeteras y en falsos tacos de zapatos. Se investiga en bares y terminales, en baños públicos y aeropuertos. Pero no está, no hay nada, nadie. Junto a la grieta sólo un lirio gris y la esperpéntica visión del otro lado, del pozo horizontal que se ha creado. Se busca en mapas, receptáculos, basureros y archivos. Se indaga en registros, se bosquejan mapas. Pero no está, no hay nadie, no hay responsables. La grieta sigue siendo grieta aguardando por cal y cemento. Apareció de forma horizontal, alguien tramó el hecho. Uno de todos nosotros fue y nada más que uno de nosotros. Los emisarios viajan al polo, a Ulán Baatar. Reconocen Babel, Ur, Cártago, Persia, China, Grecia y Roma. Y no está, no hay nada, no hay nadie. Aunque se sabe que uno de nosotros fue el que provocó el cisma, el que originó todo este asunto. Se or