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Mostrando entradas de octubre, 2009

TOMO 4

mientras no me coman el corazón, todo estará bien. me van a faltar los pulmones el hígado ya pulverizado la sangre ya blanca el riñón relamido el páncreas afeitado, la barba cana apenas tengo 37 me miro al espejo y tengo una bella apariencia, aunque no lo crean.

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como en un viejo pacto de sangre revisas la cicatriz que quedó de ese día, mientras el taxi avanza, agotando las mismas gomas, que gastarán la calle que conoces. no hay timbre a la puerta del edificio, sólo el guiño que hace una hormiga que se pasea sobre los timbres de un edificio que ha acumulado las costras severas que marcan los días en el calendario que llevas anotado en el brazo derecho. entras y rechazas el ascensor, hay que subir al sexto piso. en el primer escalón sientes la pisada de una pulga que se amplifica lisérgica. te detienes en el segundo e inyectas la autoestima necesaria que da el gruñido de una lata de cerveza. (everywhere i go, i see her (his) face on the ground). piensas en el remedo que te hace la mañana, en los cultos señores que abandonan cada día a una hija; en la almohada de varios billetes que desearías tener por la noche; piensas en las cuatro tristes tías de siempre, que se abanican entre humo y brasa hablando cosas de tí y de nadie. llegas al peldaño fi

esa cuenta, este tango

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lejos, muy lejos estás tú atendiéndome. me traes una cerveza y la cuenta que pagará un amigo que hoy vive en China. lejos, muy lejos te has repetido insistente en los últimos años cobrando, por cierto, la misma cuenta de siempre. lejos, muy lejos yo corría por una montañita así de grande o así de pequeña buscando el mejor viento para encumbrar un volantín. lejos, muy lejos. allá, más allá comí un alfajor cubierto de chocolate y que tenía en el centro el cobro de una boleta que a fin de cuentas pagó mi padre. lejos, muy lejos hay una estufa negra como todas las estufas negras que mantuvo mi abuela de torcidos dedos negros que una vez tu misma, la de la cuenta, besaste. lejos, muy lejos le tomé una foto a caszely y él me dijo gordito, baje de peso lo odié ahí mismo (gracias dios por lo del penal el 82, yo lo maldije). lejos, muy lejos estábamos todos juntos. los mismos de siempre y al sol entre dunas, esforzándonos en un torneo de eyaculaciones muy fecundas. lejos, muy lejos pasé alguna

bulto

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te he regalado un paquete de ya sabes qué ya sabes qué va ahí. ahora lo guardas, lo atesoras como si fuera sagrado pero no lo es (sabes que no lo es). no va oreja a lo Van Gogh ni la panacea que va a hacer de la gente algo irreductible. tú llévala no más, entrégala a quien corresponda. y mil chinos o rusos o gringos o de donde sean van a verlo con asombro. llévalo adonde ya sabes. no lo tires a la basura. ¡ya juraste que no harías eso! ¿o quieres que repita todo Brecht como un mantra? ahí va en tus manos el incógnito sinfín de espirales. reducido a ese paquete va la voluble alegría de un infinito que añoras. va la maldita tarde, entre otros bártulos, en que te entregué la pluma, el hábito, el desconocimiento de ciertas cosas. va, por cierto, la púa con que dibujarás tu nuevo tatuaje maorí.

condicionamiento de un miércoles

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Se ha encendido la luz de alerta, roja como la bandera que una vez ardió. Estás en bata leyendo el diario. La pulcra cala que lloraba, hoy sonríe y te da la primera bienvenida. Sí, siempre el asombro o el matinal buenos días a quien veas en los primeros cinco minutos. Ayer fue miércoles y vendrá por la tarde y para lo que resta de semana, a saber (como dijo el funcionario): La vista temblando sobre el radio de una sombra que te llevará firme a todas partes; la triquiñuela al maldito sol que te saluda con cara de oficinista; el mantra de los computadores; el placebo que sostiene el día a día; el viernes o el sábado empujado por las CAUsalidades; y el domingo temblando en la cama, (donde habitarás entre películas acaso ya muerto) o imaginando el lunes para que lejos de tu paso pobre de metáforas, tengas otro punto de partida. No te pierdas. Siempre estamos ahí, como las hienas o el óxido. Serás, mientras vivas, la carroña sagrada que alimenta al menos a un alma con la que hablamos cada