418/607


como en un viejo pacto de sangre
revisas la cicatriz que quedó de ese día,
mientras el taxi avanza,
agotando las mismas gomas,
que gastarán la calle que conoces.

no hay timbre a la puerta del edificio,
sólo el guiño que hace una hormiga que se pasea sobre los timbres
de un edificio que ha acumulado las costras severas que marcan los días
en el calendario que llevas anotado en el brazo derecho.

entras y rechazas el ascensor,
hay que subir al sexto piso.
en el primer escalón sientes la pisada de una pulga que se amplifica lisérgica.
te detienes en el segundo e inyectas la autoestima necesaria
que da el gruñido de una lata de cerveza.

(everywhere i go, i see her (his) face on the ground).

piensas en el remedo que te hace la mañana,
en los cultos señores que abandonan cada día a una hija;
en la almohada de varios billetes que desearías tener por la noche;
piensas en las cuatro tristes tías de siempre,
que se abanican entre humo y brasa
hablando cosas de tí y de nadie.

llegas al peldaño final.
un pasillo recibe tu graciosa figura.
te muerdes un dedo, el labio inferior y masticas la saliva que no queda.
tomas el aire que se agotó segundos antes
y remedas una mueca adolescente y te peinas.
no hay luz.

418/607
¡mi casa, tu casa!...

y volverás a anudarte las zapatillas
y a salir corriendo...
... y trotarás como cada mañana
rumbo al mar que ves de reojo,
mientras todo lo cubre una sombra,
la misma del sótano a media luz,
que has cultivado tirando a la calle tu conocida caja de fósforos.

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