Indagaciones

Se escudriñan ataúdes en busca del causante de la perfecta grieta. Se escarban vainas de sable indagando el ADN preciso o los rastros de sangre. Se hurga en bolsillos, listas, billeteras y en falsos tacos de zapatos. Se investiga en bares y terminales, en baños públicos y aeropuertos.

Pero no está, no hay nada, nadie. Junto a la grieta sólo un lirio gris y la esperpéntica visión del otro lado, del pozo horizontal que se ha creado.

Se busca en mapas, receptáculos, basureros y archivos. Se indaga en registros, se bosquejan mapas. Pero no está, no hay nadie, no hay responsables.

La grieta sigue siendo grieta aguardando por cal y cemento. Apareció de forma horizontal, alguien tramó el hecho. Uno de todos nosotros fue y nada más que uno de nosotros.

Los emisarios viajan al polo, a Ulán Baatar. Reconocen Babel, Ur, Cártago, Persia, China, Grecia y Roma. Y no está, no hay nada, no hay nadie. Aunque se sabe que uno de nosotros fue el que provocó el cisma, el que originó todo este asunto.

Se ordena el pronto hallazgo, se convoca a científicos, filósofos, ingenieros, detectives y nocheros que hayan visto alguna extraña sombra. Se llama a chamanes y astrólogos, astrónomos y médicos, a los diletantes dialéctico nihilistas y/o herméneuticos pavlovianos y a alquimistas que puedan resolver el asunto.

Y no está, no hay nada. No hay implicados posibles, aunque se sabe que uno de nosotros fue.

¿Fue usted señor Joszef K.?

Epílogo:

Se ordenó la clausura de la grieta, que es siempre fractura. Se continúa buscando al sospechoso de haberla provocado. A quien aleteó por primera vez y ocasionó el efecto mariposa, al causante primero de los hechos, de todos estos tristes hechos.

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