Cryin' Mandala




Aquel mandala en su techo
aquellos lascivos olores
no son parte de uno
si no de miles estertores.
Tiemblan así de súbito
enarbolan banderas
luces, fuego
cientos de obvios temores

Acaso no de azar han olvidado
pactos, acuerdos, tratados
acaso no de jugar
han gritado, concebido y danzado.
Nunca verán el horizonte
quizá jamás observen un río sajón
en sus ojos todo el cosmos
el universo
como Funes, el memorioso.

Urge decir que fue todo veloz
y que en días de estío,
cálidos como todos los estíos,
se fueron trenzando
erigiendo una red
poniendo pisos, puertas,
ventanas y grifos.
Apura precisar
que las cosas siempre
se inician con ímpetu
de obrero o de soldado,
y que un soplo desarma
un mandala
y lanza todo a los
temores de días pasados.

Mas sólo bastaba un vericueto
una ronda, una finta
un ruido molesto
bajo el mandala
invisible a los ojos
y las oraciones perfectas
emitidas al oriente
para que el místico trabajo de un monje
se haga rústico
y pestilente.

Hoy no veían,
no verán mañana tampoco
todo ha culminado
en la última página
del primer tomo.
Un avión cae en plena estepa mongol
una rata muere bajo la rueda veloz
de una motocicleta
cuatro africanos se acuchillan
en una calle de Johannesburgo
y ellos, siempre ellos
llevarán sobre sus hombros
sobre su pecho
la tristeza
del horroroso mundo.
El mandala,
como arena,
en su color se destiñe,
o se hace polvo

Comentarios

Paula García ha dicho que…
Y resulta que de pronto me he hecho adicta a tus arquetipos y esplendores...

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