No es la culpa, si no el grueso temblor que portamos. Las circunstancias se sacuden como rameras a plena luz del día y por las noches se desarman como arena. ¡Pero no! No hay de qué preocuparse. O se tiembla, o se tirita, o se sacude y nos estrujamos para que no lleguemos a la inevitable sucesión de hechos terribles. (Gracias por el delirio / Poemario inédito / Esteban Salinero)
Sepárate de tus compañeros en la estación. Vete de mañana a la ciudad con la chaqueta abrochada, búscate un alojamiento, y cuando llame a él tu compañero no le abras. ¡Oh, no le abras la puerta! Al contrario, borra todas las huellas. Si encuentras a tus padres en la ciudad de Hamburgo, o donde sea, pasa a su lado como un extraño, dobla la esquina, no los reconozcas. Baja el ala del sombrero que te regalaron. No muestres tu cara ¡Oh, no muestres tu cara! Al contrario, borra todas las huellas. Come toda la carne que puedas. No ahorres. Entra en todas las casas, cuando llueva, siéntate en cualquier silla, pero no te quedes sentado. Y no te olvides el sombrero. Hazme caso: borra todas las huellas. Lo que digas, no lo digas dos veces. Si otro dice tu pensamiento, niégalo. Quien no dio su firma, quien no dejó foto alguna, quien no estuvo presente, quien no dijo nada, ¿cómo puede ser cogido? Borra todas las huellas. Cuando creas que vas a morir, cuídate de que no te pongan losa sepulcral que
Alguna vez, mi padre severo dijo: "Esta es tu casa" y yo, de manera adolescente, no le creí. no le creí, porque los padres son siempre torpes y anacrónicos, y los hermanos, a veces, una carga. Así es que me largué adonde yo creía, a una casa en la que siempre fui hijo y huésped: Chacabuco 741, San Fernando. El tiempo, el irreductible tiempo, hizo de esa casa escombros y cenizas, un maso de cartas, un acopio de vidas. Y yo no sé si los muertos, o el paso de sus días, mordieron mi amor o aguzaron mil iras. Hoy, que la casa yace en la nada o en la sonrisa he pasado gordo y enorme, olvidado y tenso, por la puerta cancel desde la que vi 200 veranos y mil amaneceres, una tonelada de sonrisas. Allí se batía la guitarra, el brasero cuando eran fríos los tiempos de guerra o la uva tomada del parrón que sacaba tito el enorme para endulzar idas y venidas. yo vi a la fira darnos un beso en la frente cuando todo se desmoronaba y afuera rugía un estruendo de micros rurales, un murmullo de
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y si deseas hablar de madrugada ya sabes...
Felicitaciones por todo y feliz viaje!!