Las luces del estadio (tango)


Todos hemos pasado alguna alborada

por la puerta del bar donde para la vida

donde a la medianoche reviven fantasmas

y el poeta a su musa da la bienvenida.

Donde las horas pasan más tristes que ella

igual que una mueca de vieja comparsa

donde vuelve a piantarse la niña más bella

dejando perfumes que ahuecan el alma.

Cuando llega la hora en que no hay más reenganche

y el gallego bosteza mientras cuenta la guita

quedan tres trasnochados empinando el estribo

tintineante el cáliz del agua bendita.

Todo está terminando, sin embargo los tipos

se prenden al mármol, eterno testigo

discuten, se abrazan, recuerdan, sonríen

es simple junarlos, son viejos amigos.

Uno tiene en los ojos el humo del billar;

otro a las ilusiones se las llevó al remate;

el tercero es el único que se dice normal

justo él que ha vivido cuidando un empate.


Agoniza la noche, se anuncia el maldito

el mozo le baldea las patas al escabio

y uno de los tres bate al ver que está aclarando

"¡Aguanten, che!, son sólo las luces del Estadio".


(Letra de Raúl Castro y Jaime Roos

Musica de Jaime Roos)

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