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esbirros y testaferros

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mil esbirros mil testaferros todos serviles todos han muerto lamebotas, limpiasables, guardarropas, comerciantes mil esbirros mil testaferros ¿de stalin o hitler? ¿del padre o la madre? ¿de lenin o el zar? en El Vaticano jamás han habitado ángeles mil esbirros mil testaferros comen o muerden esa mano como si fueran perros

der process

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no desdigo, ni revierto nada que se use en mi contra o en la vuestra, lector. se dicen tantas cosas y tantas otras más. proclives al efectismo de la histeria, y al aventurado juicio. no sumarán más de tres o cuatro los juicios pendientes que tengo con la moral y/o con las buenas costumbres. serán cosa juzgada y, que les quede claro, no pasaré, ni pasaremos por Nüremberg (aunque ya he estado allí por otra razón) ni La Haya ni sórdidos tribunales. La justicia de los hombres, como a muchos, me causa una risa de niño, en día de circo, apludiendo a todos estos payasos.

ata

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enredadera, no fuiste suficiente los largos péndulos que cuelgan de tu ignota madera no hacen de esta alarma el pulso suficiente armarse de fe, armarse montaña, de ak-47 kalashnikov (el mejor fusil de guerra) armarse de tu lágrima y del sollozo que jamás he visto. enredadera, no vienes por el muro vas por entre los ladrillos y te armas y no es suficiente creces a dáctiles susurros no te corte ninguna mano arrima tu escalar, habrás de hacerte recuerdo o el paso de mi paso sobre tus pasos a orillas del Moldava, en la bendicióna... antes de mis sueños

penitente

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abro entre diente, muela y uña el rumiante paso del andar en navíos y marchas. siempre grandilocuente, siempre atronador, mordiendo los dedos para no arderme ni ardernos. pasos de Budapesterstrasse pasos de Wallenbergstrasse pasos de Kurfürstendamm de Holesovice del Nove Mesto del Stare Mesto de Malá Strana de Unter den Linden de torres y victorias de madame Popova acercándose, me duele su ojo casi de vidrio sobre el Karluv Most y el camino al bar Blu de calle Kozí 15 y la penitencia en la Gare du Nord y los aleteos en la Rue de Malte y el Boulevard Voltaire sin nos y una maleta que cae en la estación Oberkampf. me duelen las agonías ya vividas y me reviven las vidas ya muertas y aunque no he muerto ni nadie ha muerto en sí, ni en mí porto las llaves gastadas del abrir y cerrar una y otra puerta como si del rústico departamento de Milady Horákové se tratáse

Primeros fríos

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Estos días, en que los rengos cubren sus piernas con mantas y los cafés se deshojan en vapores, no ocultan lo triste de algunos maquillajes, ni la risa traspuesta de la charla ni el sentido peculiar de querer hallarse siempre en otra parte. Una nariz fría, tiene igual valor que la mano tibia si en la espantosa lectura de un diario no hay más que desgracia y muerte, cifras y el cruel plan que alguien hurdió antes de que naciera esta especie. Y créeme que en el frío, la loa o la ignominia, la farsa o la franqueza no compiten y se quedan allí congeladas en los hielos del odio, en la cicatriz de la ignorancia, en la burla de lo que se ha tramado. (Fotografía: Robert Walser (1878-1956), escritor suizo, en el día y momento de su muerte).

las hienas

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en su ardid y finta no le convence el trino del arrullo siniestro, ni el embauco. no le convence ni el llanto ni las hojas que deshoja el otoño ni el oro puesto ante sus ojos. nihil novum sub sole, la historia se repite como la melodía torpe que se extirpa a un armonio. como quien juega a la rusa ruleta o al endiablado ritmo de un par de cartas. a alguien habrá de tocarle la bala... o la miseria, la rústica manipulación del tahúr o el anacrónico cantar de un tango. deja la verdad para los beatos, los obispos, los lamas y los honestos. en este mundo, creéme que es así. han triunfado las hienas, los cocodrilos, los cetáceos invertebrados.

Panem et circenses

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una marioneta enorme seguida por miles de infieles la nacionalización urgente y por gracia de dos entrenadores deportivos el rebautizo veloz de un estadio en nombre de un fallecido periodista agitados carnavales porteños polinésicas figuras de piedra entre las maravillas del mundo fiestas de la cultura y del meadero hordas en fila cambiando la vida por un boleto de espectáculo musical las mismas hordas levantando un trofeo como si fuese un becerro de oro las mismas hordas mirando al cielo el paso de un coloso alado las mismas hordas que comen pan que van al circo que son el remedo infame del monstruo que ellas mismas han creado